Ya el coro inicial es parte de la cultura popular. Se ha usado en películas, como introducción a conciertos rock, espectáculos deportivos, programas de televisión. Este fragmento se vuelve a repetir al final de esta cantata escénica, como algo circular, y es que representa a la Rueda de la Fortuna.
Estrenada en 1937 en Frankfurt, “Carmina Burana” fue un éxito resonante desde su primera función, y eso que su estética era contraria a lo que propiciaba el régimen nazi de aquel entonces, quienes proponían que solo el romanticismo de Wagner y Brahms era lo único aceptable como “arte alemán”.
Esta obra de Orff se basaba en ritmos barbáricos, con cierta influencia de Stravinsky.
Además de los solistas de soprano, tenor y barítono, coros grandes, pequeños y de niños, está compuesta para triples vientos y metales, cinco timbales, percusión para seis intérpretes, celesta, dos pianos y cuerdas.
Los textos fueron escritos en su mayoría por goliardos, que eran eruditos itinerantes y clérigos inactivos durante la Edad Media: “hippies” medievales, por así decirlo.
Conservados en un manuscrito del siglo XIII, estos fueron descubiertos en un monasterio bávaro cerca de la ciudad de Oberammergau en 1803 (Burana es un neologismo latino para Beuern, más tarde Bayern, o sea, Bavaria).
Los textos son en bajo latín, alemán antiguo y francés medieval, y la mayoría de ellos son entre sensuales, cómicos, trágicos, eróticos, con loas al sexo y el alcohol.
La fama de “Carmina Burana”, una obra que convoca públicos amplios y transversales, ha opacado el resto de la producción de Orff, y su propia figura.
El compositor alemán nunca pudo igualar este éxito, pese a poseer obras de gran valor, como “Catulli Carmina” y “El Triunfo de Afrodita”.