El programa que viviremos con el 9no Concierto de la Sinfónica

Estas son las obras que se interpretarán el viernes 9 de noviembre a las 20:30 horas en el Teatro Municipal de Antofagasta, como parte del Noveno Concierto de la Orquesta Sinfónica, junto a los invitados, el director argentino Jorge Lhez, y el Corno Solista de la Filarmónica de Munich.

Richard Strauss (1864-1949)
Concierto para Corno No.1

El padre de Richard Strauss, Franz, era un renombrado cornista en su época. Esto influyó para que su hijo compositor, le dedicara un concierto para este instrumento, cuando apenas contaba con 19 años. El cariño de Strauss por el corno, se refleja en la importancia que ocupa en sus obras, y 60 años después de la presente pieza, volvería a hacer un concierto para un instrumento que no cuenta con mucho repertorio de solista.

Al ser compuesta tan joven, es claro que aquí Strauss todavía no define su característico estilo. La influencia fuerte es la de Robert Schumann, que por lo demás fue autor de un concierto para 4 cornos. El primer movimiento le otorga el protagonismo absoluto al corno, con un sutil acompañamiento orquestal. El Andante central es lírico, muy romántico, casi como una canción. El movimiento final es el de mayor virtuosismo, a la vez que donde mejor se equilibra al instrumento solista con la masa orquestal.

Pyotr I. Tchaikovsky (1840-1893)
Sinfonía No.6 “Patética”

Tan solo dos semanas pasaron desde el estreno de esta sinfonía en San Petersburgo y el fallecimiento de Tchaikovsky. Se han tejido muchas leyendas en torno a su muerte, si fue netamente natural o voluntaria, lo cierto es que el compositor sucumbió ante el cólera, y su estado de ánimo no era el mejor durante el año 1893. Hay un carácter fúnebre en esta sinfonía, y por tanto es común el comentario de que al escribirla, Tchaikovsky estaba componiendo su propio réquiem.

Su estructura es inusual. El primer movimiento contiene material contrastante, y uno puede percibir al compositor debatiéndose entre la vida y la muerte. Hay momentos luminosos, de esperanza, como el característico tema introducido por las flautas, e irrupciones de gran volumen que suenan amenazantes.

El segundo movimiento es un vals irregular rítmicamente hablando. Encantador en su material melódico, pero pareciera un espejo fantasma del tradicional vals vienés. Le sigue un Scherzo lleno de ironía. Tchaikovsky pareciera aquí burlarse de la vida, de su situación, o de la muerte misma.

Las sinfonías suelen terminar con un movimiento rápido, a veces triunfante, a veces virtuoso en su concepción, pero aquí Tchaikovsky ocupa un movimiento lento, Adagio Lamentoso. Es, en verdad, un lamento, una especie de despedida del mundo, a la vez que clímax emocional de toda la obra. Su carácter de desoladora belleza es inefable, y un enfático cierre al trabajo creativo del legado del compositor ruso.

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